La industria de los medios
Elizabeth Maier
“Clarín
miente” se escucha decir. O “miro TN porque es el único que dice la verdad”. O
“sólo pasan cosas de Buenos Aires en la televisión”.
Estas frases, rescatadas de un lugar común
dentro de la sociedad, resuenan en nuestros oídos desde que somos chicos. Las
escuchamos, las creemos y las incorporamos a nuestro discurso. Como muchas de
las premisas que deambulan en la llamada opinión pública, no son examinadas por
cada individuo sino que están naturalizadas, solo las repetimos.
Pero
más allá del grado de verdad o falsedad que puedan contener, residen en una
misma base, un mismo concepto que es menester retomar. La capacidad de los
medios de comunicación masivos para imponer el grado de importancia de cierta
información o noticia y su capacidad de darles una prioridad, está plasmado
dentro del concepto de agenda setting.
“Los medios de comunicación pueden no tener
éxito en cuanto a decirnos qué pensar pero tienen un sorprendente éxito en
cuanto a decirnos en qué pensar”. Así lo plantearon Maxwell McCombs y Donald Shaw
hace tres décadas en su libro El poder de los medios en la política, que es un
ensayo sobre la relación entre la prensa y la agenda mediática.
En este ensayo, los autores se plantearon la
pregunta acerca de la función de la prensa como constructora de realidad. “¿La
prensa no crea realmente cuestiones políticas y sociales mediante la elección
de noticas que hace día tras día?”.
La prensa posee, mediante la elección
consciente e inconsciente, la capacidad de iluminar, machacar e ignorar ciertas
cuestiones. Aunque los efectos directos de la comunicación masiva sobre las
actitudes y la conducta sean mínimos, las personas sí aprenden de estos la
importancia y énfasis que se le otorga a una temática. Allí reside una de las
características fundamentales de la comunicación masiva: la capacidad de
ordenar y organizar el mundo, de determinar el relieve de cierto acontecimiento
o tema, la capacidad de producir estandarizada y mecánicamente la agenda.
Podemos saber cuántos asesinatos y robos
suceden en Buenos Aires; tarde o temprano nos damos cuenta si la tapa de Clarín
trastornó la información o no; podemos ver todos y cada uno de los noticieros
en la televisión dando cuenta del propio interés por la “diversidad de voces”.
Pero no sabemos cómo evitar que se escurra en la vorágine del día a día el
asalto que sucedió ayer en mi ciudad. No tenemos acceso a saber la cantidad de
veces que creímos engaños de Magnetto. Y aunque miremos todos los noticieros
que tenemos al alcance, siempre vemos el mismo asesinato, el mismo hecho con
algunos matices de variación.
Aunque para la industria de los medios sea
inevitable la delimitación de noticias, la elección necesaria de lo que se
abordará y lo que no, debemos considerar la influencia en la relevancia que estas
adquieren en el público. “La idea del establecimiento de agenda afirma que las
prioridades de la prensa en alguna medida se convierten en prioridades del
público”.
Bajo la
perspectiva que nos brindan estas afirmaciones se piensa la información que
llega a través de los medios en otra clave, como una porción de mundo
previamente interpretada que llega al público con las marcas de una o varias
miradas.
Pero se
debe admitir que, sin perder vigencia, la teoría de la agenda setting no
representa una novedad en el siglo en el que nos hallamos. Sin embargo, con la
aparición de los llamados nuevos medios (digitales, internet) la teoría suele
reducirse al análisis de los tradicionales (televisión, prensa gráfica y
radio). No obstante, ¿qué sucede si consideramos aquellos “nuevos medios”
englobados en el mismo concepto de agenda?
Agenda
setting en internet
Estamos
atravesados por cientos de visiones apocalípticas o idealistas acerca del rol
de internet en la sociedad. Frecuentemente escuchamos que pronto la industria
de los diarios se va a terminar o, inversamente, que internet posibilitará la
igualdad social para todo el mundo.
El
hecho es que en la etapa en la que se consideran estas cuestiones es difícil un
análisis equilibrado. Pero sí es posible soslayar algunas cuestiones que
iluminan el campo.
Un
ensayo del académico Manuel Castell sobre el Impacto de internet en la sociedad
introduce su argumento comparándolo con el motor eléctrico durante la era
industrial. Clave en los procesos de sociabilidad, internet revoluciona la
búsqueda de autonomía en los sujetos, facilitando la edificación individual del
entorno del que se elige recibir la información.
Castells postula que “se pasó de un único
mensaje enviado de uno a muchos con muy poca interactividad a un sistema basado
en mensajes de muchos a muchos, multimodal, en el momento escogido y con
interactividad total, en el que los emisores son receptores y los receptores,
emisores”.
Con
fundamento se puede aseverar que los nuevos métodos de comunicación trastornan
los lugares preasignados de emisor y receptor, amplían la cantidad de voces, pluralizan,
diversifican quiénes hablan de determinadas cuestiones. Lo que no se suele
poner en duda es sobre qué hablan, que temáticas abordan.
¿La
información que tratan los nuevos medios se distingue de la que contienen los tradicionales?
¿La variedad de voces es proporcional a la variedad de noticias que cuentan?
¿Será que los nuevos medios no cumplen también con la agenda setting?
Esta
búsqueda de autonomía y de individualidad propia de la modernidad, no
necesariamente significa un mayor acceso a la realidad. Que cada sujeto elija y
seleccione la información que recibe y de dónde la recibe, no es garantía de
veracidad. Las noticias que los nuevos medios consideran relevantes para que el
público las conozca, son las mismas que difunden los tradicionales. Los hechos
de delincuencia, las novedades, la situación política nacional e internacional,
la economía, y todas las caras que muestran los nuevos medios y los tradicionales,
no alcanzan para construir de forma completa la “realidad”.
Así
como los cuadros del emblemático artista del Pop Art, Andy Warhol, muestran lo
que puede extraerse de la banalidad de lo cotidiano y hacerse arte, lo mismo
sucede en los medios de comunicación: se extrae una noticia sin considerar su
contexto ni su sentido y es lanzada a un público por el puro objetivo
consumista. A la repetición propia de sus obras se le puede trazar un paralelismo
con la reproducción sistemática que se encargan de perpetuar los medios. El
mismo asesinato, el mismo atentado terrorista, la misma crisis política
repetida hasta borrar la sensibilidad del receptor e inclusive del propio
periodista.
La lucha en contra del estereotipo, la burla a
la producción en serie propia del capitalismo, el exceso de intensidad visual
sacrificando la profundidad semántica, y podríamos mencionar incontables simbolismos
más. El papel que Warhol le dio a las latas de sopas Campbell se perpetúa con
los medios nuevos y tradicionales de comunicación en la actualidad. La misma
mercancía se vende bajo el título de noticia en todos los soportes, la agenda
setting conquista nuevos espacios y nuevos públicos. Muta y crece la industria
de los medios.
¡Muy buen trabajo! Hace un desarrollo de manera lineal y ordenado, que permite una lectura cómoda.
ResponderEliminarEs muy interesante el planteo de la repetición de mismas noticias con variedad en algunos matices, llevando al lector y al periodismo a una pérdida de sensibilidad de un hecho trágico, por ejemplo.
La pieza comienza con hechos cotidianos, con lo que cualquier persona puede sentirse identificado y por ende cómodo frente a la lectura que comienza a realizar.
En el quinto párrafo hace una cita que no llego a identificar a quién pertenece.
El uso de preguntas en el sexto párrafo, luego del subtítulo, creo que podrían ser reformuladas para aplicar la retórica de un modo más misivo con el lector.
Es una pieza que se adapta al lector modelo planteado y que presenta la teoría de un modo fácil de entender para quien no estudie comunicación social.
Tomás Bodean (R)