viernes, 2 de septiembre de 2016

#NoEsElFin

María Florencia Benítez Rausch

  Periodistas de escritorio. Redes sociales y ese engendro del periodismo ciudadano. Ida y vuelta de tweets y retweets entre quienes trabajan en un medio y sus, hasta ahora y en teoría, simples receptores. Una manada que está al acecho, pero más en la Web 2.0 que en la calle. Caldo gordo para los apocalípticos: periodismo era el de antes.  Y es cierto. El de antes era periodismo. Pero por más que las reglas hayan cambiado radicalmente en un lapso relativamente corto de tiempo, el juego sigue siendo el mismo. El oficio es el oficio, aunque se hayan modificado las herramientas.
   La implementación de la Web 2.0 con todos sus condimentos en la labor periodística (o, al revés, la adaptación de la labor periodística a los condimentos de la Web 2.0), supuso desde el inicio un corrimiento en sus dos límites básicos y fundantes: el tiempo y el espacio. Podría decirse que con las publicaciones online, los periódicos encontraron la solución a la caducidad innata de las publicaciones impresas de noticias. La posibilidad ilimitada de actualizar los portales minuto a minuto, con lo último de lo último, creó la idea de que ahí entra todo. Por lo tanto, también se transformó la noción del espacio. No es necesario ya invertir más dinero para publicar más información. Con colgarla en el sitio web alcanza.
   Esto de la transformación del espacio genera que, al caber aparentemente todo en un medio, se crea que cada quién puede entrar en la Web y hacer un recorrido propio por el material periodístico que ahí hay almacenado. La accesibilidad de la Red hace que exista mayor multiplicidad de voces en juego, eso es cierto. Pero ¿no es siempre la voz de los medios más poderosos, de los más reconocidos, la que prevalece?
   Pongamos como ejemplo la idea del feedback entre periodistas y lectores que se supone que existe a partir de diferentes dispositivos online. Esta idea se basa en una lógica de doble construcción de lo noticiable. El productor de contenido publica y espera. Alguien desde el otro lado responde. La teoría indica que esa respuesta es significativa para el medio, y que en base a todas las respuestas que recibe, hará o no modificaciones en su agenda. Craso error.
   En 2016, los consumidores de medios masivos de comunicación no somos ya tan crédulos como lo eran los de hace cuarenta, ochenta o cien años. Ningún radioteatro nos haría entrar en pánico por creer que estamos atravesando una invasión alienígena, como sucedió con la emblemática emisión de Orson Welles en 1938. Sin embargo, todavía conservamos la suficiente ingenuidad como para creer que nosotros opinamos y debatimos sobre los temas que nosotros creemos importantes.
   Siguiendo con la cuestión de los comentarios abiertos al público al pie de una noticia, creer que eso es feedback es una falacia. Pensar que por esa simple acción estamos participando de la construcción de la información, forma parte de esa ingenuidad que todavía nos queda. Porque, en definitiva, estamos comentando sobre la noticia que está publicada. Estamos atendiendo al tema que el medio nos dice que es importante en determinado momento. Hacer pública una opinión en un formulario, para que aparezca debajo de lo que escribió el periodista, no cambia en nada los roles. El que escribe, escribe sobre lo que quiere y lo que le conviene. Sigue el recorte de la realidad que propone el medio para el cual trabaja. Lo mismo pasa con los ciudadanos de a pié que envían tweets a medios y profesionales de la comunicación. Puede que llegue una respuesta desde el otro lado, pero la discusión va a ser siempre sobre lo que está en agenda.
   En esta misma línea, también son frágiles los argumentos que sustentan eso que se ha dado en llamar periodismo ciudadano. Sacar una foto y subirla a las redes, no es periodismo. Grabar un video de un robo, por casualidad, con un Smartphone, puede hasta servir como prueba en un juicio. Pero no, eso tampoco es periodismo. Los periodistas pueden quedarse tranquilos, ningún ciudadano va a reemplazarlos en su trabajo. Y los ciudadanos pueden también quedarse tranquilos; ningún medio va a seguir la agenda que ellos propongan.
   Pero a pesar de los argumentos hasta acá expuestos, asistimos cada tanto al espamento de quienes ven en la integración de prensa y Web un enorme peligro. Los apocalípticos siempre existieron. Desde que el mundo es mundo hay quienes anuncian su inminente fin. Y pasa igual con cada cosa que el hombre creó. El periodismo no es la excepción. Hay quienes creen que en el acople de dos medios, necesariamente uno va a prevalecer sobre el otro, y lo va a ir haciendo desaparecer poco a poco. Y, al parecer, eso está mal.
   El periodista uruguayo Leonardo Haberkorn publicó en su blog, el 3 de Diciembre del año pasado, una entrada donde declara que acaba de dar su última clase en una Universidad. Al menos, dice, en una licenciatura en comunicación. ¿El motivo? Sus alumnos ya no tienen la curiosidad por la realidad que debe tener un periodista. Es, claramente un apocalíptico. Ve en el uso de la tecnología un factor desfavorable para sus estudiantes. Cree que es eso lo que les quita el interés por la clase. Pero si estamos diciendo que internet transformó las reglas del juego, ¿no deberían ser las nuevas reglas, justamente, lo que se enseñe en las cátedras? ¿No deberían ser formados los futuros profesionales incluyendo eso que les está causando curiosidad en este momento? ¿No debería ser esa misma curiosidad inherente al periodismo la que lleve a los catedráticos de este campo a zambullirse en la Web? El miedo a perder a la prensa tradicional en esa zambullida parece ser más fuerte.
   Pero, en última instancia, ¿qué problema hay en que desaparezca la prensa tradicional? Si vivimos en un mundo cambiante, si el ser humano mismo es cambiante, ¿por qué no podrían serlo los medios de comunicación? En realidad, esta última pregunta no debería existir. La realidad se transforma. La comunicación no puede no hacerlo. Al fin y al cabo, el oficio va a seguir siendo el oficio, como dice al principio este artículo. Y las estructuras en las que se mueve, la matriz de poder que hay de fondo, no se ha modificado en nada aún, por más pseudoperiodismo ciudadano, hashtags y Trending Topics que nos ofrezca la Web 2.0.

1 comentario:

  1. Keila Udrizard: Una lectura llevadera y entretenida. La relación de la prensa y web 2.0 con el sentimiento de apocalipsis es pertinente y (para mí) divertida desde el título hasta el final.
    La definición de feedback con la ingenuidad del lector, da para el debate, sin embargo concuerdo con todo el escrito.

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