viernes, 2 de septiembre de 2016

El ataque de los nuevos medios del espacio exterior


Por Ertze Peña Guerrero

  Hay una invasión que ha estado en progreso desde hace décadas. Sus fuerzas se colaron sigilosamente desde los espacios más herméticos a la cotidianeidad hogareña y profesional. No hay escape de su insoslayable avance. Extraterrestres monstruosos disfrazados como dispositivos electrónicos que llegaron para apoderarse de nuestras vidas y cambiarlas para siempre.
Nuestras más sagradas prácticas de comunicación se han estado contaminado de su siniestra influencia. Escribir, leer, ver la televisión, informarse, entretenerse, escuchar radio, mirar una película. Nada está a salvo de sus viciosas garras. Miren a su alrededor. ¡Podría haber una a su lado justo ahora! La gloriosa civilización occidental caerá y no será más que polvo por culpa de estás terribles máquinas del mal.
Tal vez.
  Lo más probable es que no. Seguramente algún desastre ambiental causado por el viejo y confiable capitalismo sea lo que acabe con la civilización occidental. Pero en cualquier caso las ansiedades con respecto al efecto de las tecnologías y los nuevos medios están teñidas con este tono jocosamente apocalíptico en los detractores más extremos, o con una desconfianza conservadora en los más moderados.
  Una mirada crítica que revele lo problemático y verdaderamente preocupante de estas prácticas es absolutamente necesaria. No dejar pasar la influencia y los intereses que tienen los conglomerados y megacorporaciones o el espionaje y recolección de información que los estados realizan, por ejemplo, son algunas de estas preocupaciones. En cambio los debates se dan en torno a críticas luditas que giran en círculos, aterradas porque hay personas fuera de su control que realizan prácticas que no tienen nada que ver con ellos. Y es francamente embarazoso ver a alguien asustado frente a una computadora.
  El miedo y el terror son fenómenos que la ficción, en sus múltiples expresiones y formatos, ha logrado capturar y plasmar con maestría. La literatura y el cine han logrado dar forma a aquello que no nos deja dormir por las noches en abundantes monstruos, criaturas, espectros y extraterrestres. El autor inglés de ciencia ficción, fantasía y terror China Miéville argumenta que, para representar lo espeluznante y lo monstruoso, el género del horror se apoya en dos pilares: lo espectrológico (del inglés hauntological) y lo Raro (del inglés weird).
  El primero, epitomizado en la figura del fantasma (que Miéville separa del monstruo como categoría), está ligado a la tradición gótica. La amenaza está muerta, enterrada, o reprimida, y se manifiesta para poner en cuestión la integridad del presente, revelándola siendo carcomida o sucumbiendo a la terrible inexorabilidad del pasado. Lo Raro, por otro lado, no es viejo sino antiguo, no enterrado pero perdido, olvidado, o, idealmente nunca cognoscible en primer lugar. Su verdadera naturaleza, sin embargo, es exterioridad. Lo espectrológico viene de dentro de nosotros; lo Raro desde afuera.
  Si bien Miéville continúa su análisis con más profundidad, explicando que estas diferenciaciones no son ni binarias ni absolutas y que tienen posibilidad de ser intercambiables, lo potente de estas categorías recae en que permiten mirar las raíces de los miedos sociales como los estragos del pasado no resuelto y el rechazo a la otredad. Y en ese sentido se puede entender las ansiedades dirigidas hacía los cambios tecnológicos como un miedo afianzado en lo Raro.
  Aquella otredad es una fuente de horror desde las diferencias culturales más grandes a la sutileza entre la interioridad personal y la de cualquier otra cosa. Las computadoras, los celulares y demás dispositivos se vuelven artefactos de una complejidad misteriosa y arcana que hacen cosas incomprensibles como herramientas y que engendran prácticas culturales que se presentan como distantes, extrañas y poco sofisticadas, por no decir estúpidas a los ojos del utilitarismo capitalista.
  El miedo subyace también porque el otro es un invasor. Los extraterrestres son expresiones de ese miedo. Usualmente representaciones fundadas en el racismo y la discriminación o en los intereses políticos, los alienígenas son culturas que vienen de lugares lejanos a atacar y destruir. La película La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos de 1956, cuyo final es la base para la introducción de este artículo, expresa estos miedos en términos del rechazo a la Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fría y el macartismo. 
  Lo otro. Lo que no es uno mismo. Que nos invade, rompe estructuras, transforma y nos desafía. Internet y los nuevos medios se manifiestan de esta manera. Ellos ponen en cuestión qué es la objetividad, quienes tienen los poderes hegemónicos, qué es la información, dónde está centralizada, qué es la veracidad, cómo son los tiempos, por dónde y cómo se transmite, cuáles son las reglas de escritura, etc. Por esta razón se vuelven un monstruo. Un invasor cuya complejidad tecnológica va más allá de nuestra comprensión y que viene a tergiversar nuestras sagradas prácticas.
  A los invasores no se los puede colonizar y eso molesta. Molesta no poder dominarlos y forzarlos a hacer las propias prácticas y usar las propias metodologías. El miedo a perder la pureza de la escritura, del periodismo, de la fotografía, de la academia y de todo lo demás, genera que se pierda de vista los puntos de contacto que hay con los extraterrestres y lo que pueden enseñarnos. Es tal el pavor que se pierden de enriquecer sus propios textos. Es difícil negar que incluir enlaces al ensayo original en el blog de China Miéville o a videos de La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos no mejoraría este artículo.
  Es tal la vehemencia que también se terminan desdibujando a quienes se defiende cuando se está a favor de los medios tradicionales. Las características de estos medios en la actualidad no solo tienen que ver con si usan Internet o si siguen publicando en papel. Sino con que han mutado en negocios que mueven mucho dinero y que tienen poder a la hora de narrar lo social. La pretendida pureza de la práctica de escribir profesionalmente no está exenta de la mugre que su posición política les otorga.
 Quienes escriben en publicaciones profesionales hoy, independientemente de la calidad de su escritura, lo están haciendo para un medio aún hegemónico; cuyos intereses tienen que ver con mantenerse en esa hegemonía. Su escritura tiene que ver menos con investigar, develar o narrar el mundo de una manera nueva. Mantienen el status quo recogiendo noticias y aportando opiniones viejas como ellos.
  En un mundo en el que existe Fox News y los múltiples diarios y revistas de su dueños, en donde a National Geographic lo compró una persona que niega el calentamiento global, en donde debatir en la televisión sobre un asunto político se vuelve solamente una opinión más y se acepta que machistas, racistas, homofóbicos y demás expresen sus opiniones como válidas; es un mundo que requiere ser invadido. Una invasión que arrase y cambie para siempre el tablero. 


  
  Ser invadido no va a dejar de ser una experiencia traumática. Ser abducido y sondeado por personitas verdes con ojos grandes va a dejar cicatrices físicas y mentales. La pureza del alma propia va a mancharse con cada contacto cercano de cualquier tipo. Y lo mismo le va a ocurrir a los invasores. Nadie va a salir ileso de un encuentro con lo otro, con lo Raro. En ese choque de planetas está la clave para que se engendren nuevos monstruos y fantasmas, hijos tanto de los unos como de los otros. La cuestión está en permitirles la entrada; tentáculos y todo.

1 comentario:

  1. Juliana Gloker: En la introducción utiliza el recurso de la ironia, lo cual me resulto atrapante. Añade una brebe definicion del horror en el cine lo cual me resulta pertinente porque seguidamente relaciona los miedos que el cine captura en su géneros de horror con los temores que ocasiona en la sociedad o en una parte de ella el avance tecnológico, internet y los nuevos medios.
    El escrito deja ver una clara postura del autor con la cual concuerdo. Y me parece acertada la analogía de la invasión alienigena.

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